Quería vender acuarelas

Como yo lo recuerdo 9:17 p.m.
La vena de empresario latió en mi desde muy pequeño. Pero con una marcada tendencia artística, mas bien artesanal. Me es mas gratificante vender lo que puedo crear yo mismo. Sin embargo no tuve la fortuna de contar con quien me guiara. Alguien que se percatara de mi capacidad y me ayudara a explotarla o al menos me ayudara a darme cuenta de que soy malísimo y es mas rentable vender chicles. En casa la idea general era "estudia para que encuentres un trabajo". Pero ese era un plan a largo plazo y no me convencía. Creo que la mejor manera de hacerse rico es hacerlo rápido. La primera vez que me puse a vender algo, tenía seis años. Me habían comprado un libro con figuras en blanco para pintarlas con acuarelas. Recuerdo de forma muy clara que mi única intención con cada color que aplicaba en las gruesas hojas, era el de poder vender mi trabajo. Cuando lo completé, desprendí con mucho cuidado cada hoja y las coloqué en el suelo de la cochera, a la entrada de la casa, lo mas cerca del enrejado para que las alcanzara a ver quién pasara por ahí. Y muy firme esperé a alguien que apreciara mi oferta. Cuando ya la tarde declinaba y el cielo preparaba una lluviosa noche de verano, solo una vecina pasó y me preguntó que hacía. Le dije orgulloso que vendía mis pinturas. Saludó a mi madre a lo lejos y le comentó lo que estaba haciendo. Ambas hicieron una mueca de desdén y solo me dijeron que las quitara porque iba a empezar a llover. Y asi fue. Comenzaron a llegar unas gotas grandes, pesadas. Yo recorría mi acuarelas tratando de protegerlas. Unos minutos después me obligaron a entrar a la casa. Mi primer intento de emprendedor se quedó afuera, despintándose, el cartón pegado al suelo y los colores confundidos corriendo calle abajo. Entonces pensé que me había hecho falta dibujar una sombrilla también, ahora sé que sus colores se hubieran desvanecido igual, mezclándose y volviendo a su origen.

Musa masoquista

Al vuelo 11:51 p.m.
Esto de creerse poeta es un mal mortal. 
Solo cuando duele el alma se puede escribir bien. 
Creo que me tocó una musa masoquista.

La noche que murió mi papa

Como yo lo recuerdo 3:43 p.m.
Estaba por cumplir siete años. Era una noche cualquiera, me enviaron a dormir temprano. En la madrugada me despertaron mis hermanas, me vistieron y me dijeron que tenian que salir y que me cuidarían en otra casa. No sabía porque ni me parecía muy importante. Disimulaban la tristeza y yo entendía que era mejor obedecer sin preguntar nada. Se sucedían las llamadas teléfonicas y uno de los amigos de mi papa, uno de los que cargaron con el peso de llevar la noticia, nos llevo donde los suegros de mi hermano. Allí llegaría también mi sobrina, la mayor. Supongo que volví a dormir, porque no recuerdo nada más, solo que el día siguiente fue normal para un niño de mi edad pero en una casa extraña, una casa muy vieja. Hasta que la persona indiscreta que nunca falta se lo dijo a mi sobrina primero. Y Daniela me lo dijo a mi, buscando con sus grandes ojos que yo lo desmintiera y asi lo hice. Sin embargo comprendí el motivo de porque estaba alli durante todo el día desde la noche anterior y los juegos se acabaron. Mientras la tristeza se hacia mas fuerte, mas estoico permanecía yo. Pero la vida ya había cambiado y lo sabía. Y todo lo que pensaba era cuando me llevo a mi solo, como su orgulloso copiloto en su flamante Ford Galaxy rojo con interiores blancos, como dos aventureros a comer helado y saludar a sus amigos. Y también cuando, por un motivo que siempre me pareció estúpido, me puso un par de nalgadas, seguramente para liberar alguna frustración que lo molestaba. Pero recordaba esos acontecimientos sin evaluarlos, sin resentimientos. Solo que no me los podía quitar de la cabeza. No me llevaron al funeral. Cuando me regresaron a casa, sentí que era muy fría, pero lo disimule asi como la tristeza y el llanto cuando por fin una de mis hermanas me dió la noticia que yo ya sabía. Muchos años después, me enteré de dos cosas, la primera fue que durante algún tiempo varias ocasiones me encontraron llorando a escondidas. Sinceramente no lo recuerdo. La segunda es que la noche que murió mi papa, uno de sus amigos lo vió parado frente a la Catedral, después de salir de su clínica que estaba a 20 pasos. No lo saludó porque estaba muy concentrado mirando hacia arriba, durante mucho tiempo. Quiero suponer que estaba llegando a algún acuerdo.

Half way

Andando a diario 12:02 a.m.
Medio rostro, media voz. 

La vida se complica a ratos y otros ratos tardan tanto en pasar. Me quedo solo de a poco, me desconozco, las noches solo sirven para dormir. 

El gris con el que veo el mundo, ya no es siquiera un color. 

En este laberinto contra reloj, sospecho que la felicidad encontró hace tiempo la salida.

De los toros

Al vuelo 1:24 a.m.
Pablo Picasso
Fue parte de mi herencia paterna, la afición por la tauromaquia fue parte de mi educación. Las generaciones de hoy no lo entienden, son muy blandos y rosas. Desde la primera fila de tendido, vi muchas veces la muerte de seis bureles y tres toreros jugándose la vida ante una afición, que todavía era, exigente. Tendría unos cuatro años cuando presencié a Curro Rivera por primera vez. Al salir de la plaza, mi padre me compró mi diminutos capote, montera y estoque de madera, y ahí en el polvo que se levantaba alrededor de la plaza, mientras mis padres comentaban la tarde con sus amigos y seguramente planeaban la fiesta que seguiría en la noche, me puse a torear de salón. Yo no entendía porque me emocionaba tanto lo que había visto. Todos los adultos formaron un redondel alrededor de mi, y ante ese improvisado ruedo y público hice mi primera y última faena. Si mi padre no hubiera muerto unos pocos años después estoy seguro que el traje de luces hubiera sido mi uniforme de trabajo. Sin embargo cuando el faltó, en la familia nos olvidamos de los toros por mucho tiempo, hasta que encontré sus botas para el vino y los libros y el material autografiado que el atesoraba. Toda esa pasión volvió a mí y fue en un buen momento, el último buen momento de la fiesta brava. Aun tuve la suerte de vivir una tarde de 10 orejas y un rabo, ganados a pulso, no regalados, la mejor tarde a la que asistí en vivo. Y es que la pasión que la fiesta genera se queda tatuada, se guarda atrás de los ojos, lo que mueve en el alma es muy profundo. Todavía hoy es un tema del que me emociona hablar, anécdotas, situaciones presenciadas o leídas o escuchadas. Todas tienen ese aire mítico reservado a los héroes. Pero eso es pasado, hoy ya no hay afición, los que saben de toros son tan pocos que se pierden en el silencio de sus recuerdos y prefieren reservar sus opiniones ante los tantos ignorantes que las robarán y las exhibirán como propias. La afición se transformó sólo en público, nada diferente del que va a un partido de soccer, ya no exigen a los toreros, simplemente porque el entendimiento de una faena les es vedado. Ya no hay toros tampoco, su figura y bravura es un derivado de los caprichos, que las figuras de la época post dorada del toreo, legaron a las futuras generaciones. Hoy los trofeos se regalan, los antitaurinos hacen manifestaciones afuera de las plazas y ganan juicios de prohibición, las botas ya no pueden llevar vino porque entra en conflicto con la empresa que vende licor, los picadores montan auténticos tanques, y las cornamentas cada vez son más cómodas, pequeñas y romas. Ya no hay fiesta brava, punto. Los toros solo quedan en mis recuerdos cuando honro la memoria de mi padre y los toreros caídos en su labor junto a los toros bravos que pasaron a la historia, indultados o peleando hasta el último momento. Las plazas llenas de sol de la tarde atestadas de gente derramando alegrías y sustos. A los toros ya no se les entiende, es hora de cerrar las plazas y reconocer que lo mejor ha pasado, que el mundo ya no tiene el valor que se necesita para que la fiesta viva. Ahora que se mata a distancia, se olvida rápido el pasado, el drama mas importante es el que muestran los realities y sacrificio es solo una palabra tabú ya no hay espacio para la tauromaquia. La fiesta de toros ha muerto, larga vida a la fiesta!

Por estar enamorado

Andando a diario 6:01 p.m.
Por ese afán inútil de encontrarnos nos fuimos perdiendo cada día. En las obligaciones cotidianas. En el silencio frente al televisor. Nadamos con la corriente y el tedio nos ahogó, sin darnos cuenta, sin dejarnos fuerza para tomar un respiro y ver lo que sucedía alrededor. Los sueños se quedaban escritos en papel, los cubría el polvo, perdían sentido. Nos convertimos en aquello que criticamos cuando nos creímos jóvenes y con la posibilidad de darle una buena mordida al mundo. La realidad fue instalándose de a poco, en la cocina primero, después en la alcoba. Y ya no éramos dos desconocidos, nos hacían falta secretos. Y nuestro pecado mayor fue dar todo por hecho. 

Por estar enamorado, se me olvidó enamorarme. 
Y no te conquisté mas, no me disculpé mas, no te provoqué mas.
Y la ilusión se te acabó pronto.
Y mi dolor también.
Y el tiempo de la magia.

La barca colorata

Al vuelo 3:49 p.m.
Hoy el mar va vestido de barquitas de colores 
Cuentan los pescadores que amaneció lloviendo arcoiris

Las pequeñas decisiones

Andando a diario 6:57 p.m.
Cada momento estamos decidiendo que hacer con el momento siguiente, es inevitable. Y las grandes decisiones, los momentos cruciales, los distinguimos fácilmente. Antes de dictaminar tratamos de ver todos los pros y contras, las consecuencias y como saldremos mejor parados. Sin embargo son las pequeñas decisiones, las que pasan desapercibidas, las que marcan hitos en nuestras vidas. No nos previenen, no avisan, a veces son rutinarias, como acostarse del mismo lado de la cama, cerrar con llave al salir de casa, detener el primer taxi que pasa. Creo que mientras no somos conscientes de esas pequeñas decisiones, una bruma de rutina nos va envolviendo, nos seca la piel. Por el contrario, ser espontáneos, pedir el postre antes que la comida, ir a dormir a las seis de la tarde solo para pasar toda la noche viendo películas, tomar una ruta diferente al regresar a casa. Son estas pequeñas decisiones las que suelen desencadenar hechos extraordinarios porque ejercemos nuestra libertad, y la libertad asusta a la muerte.

Primeras palabras

Andando a diario 1:38 a.m.
Escribir... ha sido el modo de expresión que mas útil he encontrado. Cada vez que he necesitado exorcizar de mi cualquier demonio, lo pongo en letras y el tiempo hace su trabajo. La palabra hablada se olvida, se malinterpreta, se confunde en los recuerdos. En cambio la palabra escrita es un testimonio firme, nacida en el silencio, tiene la cabeza en alto y nunca sale huyendo.

He escrito desde pequeño y aunque habré tenido mis momentos de inspiración, en realidad nunca he sido bueno. Al final siempre encuentro un escrito de alguien mas que dice lo mismo que yo pero mucho mejor expresado. Escribo por gusto no por tener talento. Asi que advierto, que en este espacio, voy a terminar de vaciar el tintero, sin prisas, cuando tenga que decir algo. No espero que le guste a nadie, probablemente ni a mi mismo, pero ya inicie y no me retracto. Por lo tanto no acepto críticas ni doy explicaciones. Y si resulta que a alguien le agrade lo aquí expuesto, de antemano le digo, que lo siento, no es mi intención robarle su tiempo.
Con tecnología de Blogger.